El delicado balance ecológico de Borinquen depende de la integridad de sus recursos forestales en la Cordillera Central. Sin ellos no hay agua que puedan beber humanos, animales y plantas. Si faltaran, nuestro terruño de 100x35 sería un terraplén desértico rodeado de agua salada.
Ese trágico destino nos aguardaba cuando el gobierno de Puerto Rico anunció en 1980 su intención de autorizar la minería a cielo abierto en la región de Cala Abajo, 175,000 cuerdas de montaña entre los municipios de Adjuntas, Utuado, Jayuya y Lares. Desde la década de los ’60 las compañias Bear Creek Mining (de Kennecott Copper Corporation) y la Ponce Mining (de American Metal Climax) habían hecho prospección en la zona, donde detectaron 17 yacimientos de cobre, oro, plata, molibdeno y zinc.
Para suerte de esta Patria, la resistencia tomó cuerpo de inmediato en la iniciativa visionaria del ingeniero Alexis Massol y de su esposa, la profesora Tinti Dejá, fundadores del Taller de Arte y Cultura de Adjuntas. Acompañado del arte y de la música, llevaron por todos los cerros el mensaje de alerta: ¡NO VENDAS TU TIERRA!
Reunían a la gente y explicaban: aquí no se puede hacer minería a cielo abierto, el territorio es pequeño, si estos montes son devastados lo será toda la Isla. También subrayaban que conservar el ambiente no tenía que significar estancamiento económico, ni mucho menos retraso cultural. Por el contrario, tanta riqueza natural podrían aprovecharla trabajando juntos, desarrollando proyectos económicos, científicos y culturales. Todo sería posible si se mantenían unidos.
Nacía el esfuerzo gigante que llevó miles de personas a cientos de actividades y que atrajo los mejores talentos de todo el país a sumarse a la tarea de forjar una propuesta de co-manejo comunitario del área que, en lo adelante, se llamaría El Bosque del Pueblo.
En lo que no puede describirse sino como saga de jornadas épicas, columnas de jóvenes llegaban del exterior y de todo el país para sumarse a las campañas de reforestación, mientras en San Juan y en otras ciudades miles de personas y decenas de organizaciones manifestaban al gobierno su apoyo a la resistencia, voceando a coro: ¡No a las minas, Sí a la vida!
Al paso de las actividades, los organizadores fueron levantando fondos para adquirir la hermosa casona que hoy alberga el centro de operaciones, la Casa Pueblo. También adquirieron la finca que llamaron Madre-Isla, comenzaron a producir café de la más exquisita calidad y a venderlo para asegurar la autosuficiencia económica. En la finca desarrollaron, además, un pionero proyecto de ecoturismo que sigue siendo modelo en la Isla.
Con perseverancia, con inagotable imaginación e inventiva, Casa Pueblo logró por fin, en 1996, la aprobación de su plan de co-manejo con el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales.
Y el triunfo máximo: la aprobación de la ley que vedaría por siempre la minería a cielo abierto en nuestro país.
El 22 de abril de 2002, Día del Planeta Tierra, Casa Pueblo recibió el prestigioso premio Goldman y el 11 de enero de 2003 nacía el Instituto Comunitario de Biodiversidad y Cultura. Mediante acuerdo con la Escuela Elemental Washington Irving, de Adjuntas, el Instituto brinda a los grados cuarto, quinto y sexto cursos para formar Estudiantes-Guardianes de su medio ambiente. Otros acuerdos - con el Recinto de Mayagüez de la Universidad de Puerto Rico, con el Departamento de Recursos Naturales y Ambientales, el Instituto Smithsonian y el Programa Trío de la Universidad Interamericana de San Germán – enriquecen el excepcional programa.
Esta breve nota no puede hacer justicia a un proceso que cambió nuestra historia. El lector interesado puede encontrar muchos más detalles en el sitio de Casa Pueblo en la red (pulse en la foto de Casa Pueblo, para acceder). Recomendamos muy especialmente dos documentos:
Cómo la lucha antiminera cambió la
política forestal desde la base comunitaria
http://www.casapueblo.org/documentos/bosque_pueblo_espanol.pdf
The Evolution of Casa Pueblo
http://www.casapueblo.org/documentos/evolucion_cp.pdf
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